Otra noche más, pegada al monitor de mi computadora; agradeciendo primero que nada el haber sobrevivido otro día más en esta jungla de cemento, aún escucho a lo lejos la sirena desesperada de los bomberos y el corneteo de quien quiere llegar a su casa a abrazar su vida y ver si recupera el tiempo perdido en cola.
De nuevo aquí “frente a frente”, bueno viendo tu nick y paseando el Mouse alrededor como si con el sintieras mi roce; sólo paseo, incapaz de hacer un doble clic que me abre la posibilidad de decirte que me gustas, que te quiero, que por más inexplicable que sea, quiero que lo sepas; pero que va, ¿se pierde mucho o se arriesga poco?.
Anonadada por el sonido celestino de tener un nuevo mensaje, me atrevo a leer un frío hola en letra arial, seguido de una conversa que antes solía ser tan natural, claro, teníamos tiempo en esto; mientras con atención te leo para ver que buenas nuevas me traes; pero es más de los mismos cuentos con intentos de princesa, sin ver en mis ojos, aún a través de una webcam, lo mucho que me duele que no sea yo la protagonista de tus historias.
Tomas tu guitarra y sin poder escuchar lo que tocas, se que entonas Eres de Café Tacuba y me pierdo entre la frase pero lo que hoy siento es que sin ti estoy muerto, pues eres lo que mas quiero en este mundo, eso eres, y vuelvo a la realidad; era momento, todo o nada, ahora o nunca; y todas aquellas frases que uno escuchó en películas, tenia que aprovechar, mientras tuviera el impulso.
Con mariposones en el estomago, sentí ese deja vu de veces anteriores en donde tome la decisión de expresar mis sentimientos, esperando que esta vez fuese diferente y que tus ojos lejanos se llenarán de alegría al saber que mientras tecleo, tiemblo como nunca antes: “Que pasa si te digo que de unas semanas para acá no me eres del todo indiferente”; el mundo se detuvo, la espera por una respuesta fue larga y tus palabras parecían hielos acompañadas de incomprensión hacía mis sentimientos.
Jamás observé tanta seriedad en un rostro tan soñador y risueño, lo cual me hizo entrar en pánico y tratar de regresar el tiempo; pero no tengo un DeLorean; asumí mi barranco con los ojos vidriosos a punto de lágrimas; me despedí, porque llorar frente a ti, no esta permitido; me sentí como una burbuja que agarra vuelo y de repente tropieza con el dedo travieso de un niño que juega con ella; dispuesta a ir a la cama, me sorprende un ultimo mensaje: “¿Qué vas a hacer mañana?; tenemos muchas cosas que hablar, ¿nos tomamos un café?”… Pero ese café jamás llegó.
Carola Zerlín
14.01.2009
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